PARAFRASEO DEL POEMA SONATINA
SONATINA
I
Ya
no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
II
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
III
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
III
¡Oh,
quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
(La princesa está pálida. La princesa está triste.)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!
(La princesa está triste. La princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
(La princesa está pálida. La princesa está triste.)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!
IV
-«Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».
PARAFRASEO
I
Ya no anhela el
castillo ni la rueca de metal,
ni el mirador
cautivador, ni el payaso escarlata,
ni los cisnes unidos en lo prolongado de azur.
Y están afligidas las flores
por el capullo de la corte;
las gardenias de
naciente los nelumbos del ártico,
de occidente las dalias
y las flores del ártico.
II
¡Pobrecita la princesa
de los luceros azulados!
Esta encarcelada en sus riquezas, está encarcelada en sus
velos,
En la jaula de jaspe
del castillo real,
El castillo orgulloso
que inspeccionan los guardias,
Que vigilan cien
morenos con sus cien lanzas,
Un lebrel que descansa
y un dragón monumental.
III
¡Oh quien fuera
hipsipila que dejo la crisálida!
(La princesa está apenada. La princesa esta amarillenta)
¡Oh vista venerada de riqueza,
flor y eburno!
Quien elevara al mundo
donde un consorte está
(La princesa está apenada. La princesa esta amarillenta)
Más reluciente que el amanecer,
más bello que abril!
IV
-¡silencio, silencio,
princesa -dice el hada madrina-;
En corcel con alas,
hacia acá se dirigía,
En la cintura la espada
y en la mano el azor,
El contento noble que
te venera sin mirarte,
Y que llega de lejos,
ganador de la Muerte,
A arder la boca con sus
besos de amor.
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